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REPERT MED CIR. 2021; 30(1):1-3
de Medicina y Cirugía
visto más afectadas debido a la interrupción de la atención
en los servicios de salud mental. En junio de 2020 el CDC
de Atlanta señaló que 41% de los estadounidenses había
presentado por lo menos una alteración de su salud mental
o del comportamiento, incluidas la depresión, ansiedad,
estrés postraumático y abuso de sustancias con tasas de 3
a 4 veces las del año anterior. Uno de cada 10 encuestados
informó haber considerado seriamente el suicidio en los
últimos 30 días.
Los sentimientos de soledad se incrementaron levemente
entre 2018 y 2020 por lo cual otros factores como la pérdida
de las relaciones interpersonales asociada con la mortalidad
por el COVID-19, la alteración de las formas individuales y
familiares de afrontar el duelo y disturbios sociales graves
pueden estar generando el incremento de los trastornos
mentales señalados.
Los niveles de estrés, carga psicológica y síntomas
psiquiátricos (depresión, ansiedad, insomnio y estrés
elevado) han sido mayores en los trabajadores de la salud
de primera línea, en especial los enfermeros, los jóvenes y
las mujeres que participan directamente en el diagnóstico,
tratamiento y atención de pacientes con COVID-19. El
creciente número de casos conrmados y sospechosos, la
elevada carga de trabajo, el décit de los elementos de
protección personal, la falta de tratamientos especícos,
la cobertura de los medios informativos, las cargas
administrativas, la responsabilidad sobre situaciones
fuera de control en las que no se tiene el poder decisorio
y la sensación de un apoyo insuciente parecen haber
contribuido a la sobrecarga mental de estos trabajadores,
así lo señalan estudios hechos en China e Italia dos de los
países más afectados por la pandemia. Todo lo anterior
hace esperar un deterioro de la salud mental.
La señalada vulnerabilidad de los jóvenes a los efectos de
la pandemia y el aislamiento generado por la cuarentena se
han hecho evidentes en la susceptibilidad de los estudiantes
universitarios a experimentar problemas de salud mental.
Ya antes de la pandemia en una encuesta nacional (2016)
37% los estudiantes universitarios franceses declararon
haber padecido un episodio depresivo y 8% haber tenido
pensamientos suicidas en el último año. El reciente estudio
de Wathelet y col. realizado entre abril y mayo de 2020
en los estudiantes de todas las universidades francesas,
muestra una prevalencia de pensamientos suicidas (11,4%),
angustia severa (22,4%), nivel elevado de estrés percibido
(24,7%), depresión severa (16,1%), y niveles altos de
ansiedad (27,5%), 42,8% informó por lo menos uno de estos
síntomas. Los factores de riesgo asociados fueron ser mujer,
la pérdida de ingresos, malas condiciones de vivienda,
antecedentes psiquiátricos, síntomas compatibles con
COVID-19, aislamiento social, relaciones sociales pobres y
baja calidad de la información recibida. La utilización de
los servicios de salud mental fue notablemente baja (6,8%),
12,4% dijo haber consultado a un profesional de la salud y
1,5% utilizó el servicio de salud universitario.
Además, la pandemia de COVID-19 ha interrumpido la
prestación de servicios de salud mental y la situación social
y económica ha aumentado las barreras haciendo que las
personas jóvenes tengan menos probabilidades de buscar
ayuda.
Resulta posible que nuestros estudiantes de pre y
posgrado hayan experimentado muchas de las situaciones
estresantes descritas, las cuales pueden comprometer en
diversos grados su salud mental a futuro, razón por la
cual la universidad ha ofrecido servicios de seguimiento y
apoyo psicoterapéuticos que, sin embargo, no han tenido
la utilización esperada. La búsqueda de ayuda se aplaza o
se evita por completo, probablemente debido al estigma
relacionado con los trastornos mentales o los servicios de
salud mental. Según proponen Schnyder y col. existen
cuatro tipos de estigma: público, personal, autoestigma y
las actitudes hacia la búsqueda de ayuda. El estigma social
promulgado, denido como la percepción estigmatizante
sobre una persona que tiene una enfermedad mental
respaldada colectivamente por miembros de la población en
general, está constituido por los estigmas público y personal.
El estigma personal por otro lado, describe las actitudes
personales hacia los miembros de un grupo estigmatizado,
y puede expresarse en conductas de rechazo social. El
autoestigma (también llamado estigma internalizado o
anticipado) ocurre cuando un individuo afectado por
una enfermedad mental respalda los estereotipos sobre la
enfermedad mental, anticipa el rechazo social, considera
que los estereotipos son relevantes para sí mismo y se
cree un miembro devaluado de la sociedad. Las actitudes
hacia la búsqueda de ayuda incluyen la percepción de una
necesidad de ayuda, la tolerancia al estigma asociada con la
búsqueda de dichos servicios, la franqueza con respecto a
los problemas propios y la conanza en que la ayuda será
útil. Sin embargo, en la práctica, aunque la mayoría de las
personas reconoce la necesidad de buscar ayuda profesional
para los problemas mentales, o dicen tener la intención
de buscar ayuda cuando se ven afectados por problemas
mentales, solo una proporción muy pequeña lo hace.
La única manera de reducir la carga de los trastornos
mentales es buscar activamente la ayuda. Es necesario
continuar promoviendo la búsqueda de ayuda y la lucha
contra el estigma relacionado con las enfermedades
mentales apuntando a las actitudes personales que lo
inducen y mantener la oferta de psicoterapia breve virtual
gratuita que complemente las intervenciones de las EPS.
Solo así será posible contribuir a reducir los daños sobre
la salud mental con los cuales la pandemia nos amenaza,
descuidar nuestra salud física o emocional pone en peligro
a nuestros pacientes y compañeros de trabajo. Reiteremos
que para afrontar estos tiempos difíciles necesitamos comer
sanamente, suciente descanso, buena música, poesía y
arte, además de un trabajo en el que nos sintamos útiles y
podamos realizarnos como personas.