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de Medicina y Cirugía
REPERT MED CIR. 2021; 30(1):53-58
En 2015 American Heart Association (AHA) publicó
las guías para el diagnóstico, tratamiento y manejo de las
complicaciones asociadas con la endocarditis infecciosa.
Plantean como opción de primera línea el reemplazo valvular,
además del inicio del tratamiento fungicida con anfotericina
B por seis semanas y consideran razonable continuar en el
largo plazo con uconazol dado el alto riesgo de recaída y
mortalidad, aun con terapia combinada (recomendación IB;
Evidence-Based Medicine Working Group November 1992;
"Evidence-based medicine. A new approach to teaching the
practice of medicine". JAMA. 268 (17): 2420–25.). Las guías
se basan en un metaanálisis publicado en 2005 por el Journal
of Infection, a partir de la revisión de las historias clínicas
de pacientes con endocarditis fúngica entre 1966 y 2002,
que reportó como aquellos con tratamiento combinado
tuvieron menor mortalidad OR (del inglés- Odds ratio-)
0,56, con un intervalo de conanza del 95% (0,16 – 1,99).6
En esta publicación se plantea también que aquellos casos
que no pueden ser llevados a cambio valvular cardiaco,
deben continuar terapia de supresión con uconazol oral
de por vida, como se vió en 20 de 21 pacientes que no se
consideraron candidatos a cirugía, con una sobrevivencia
de 95% en seis meses de seguimiento.6,7
Las guías publicadas en 2016 por la IDSA (del inglés-
Infectious Diseases Society of America-, (http://www.
idsociety.org/Index.aspx) respecto de las infecciones
por cándida, establecen un manejo dual para pacientes
con endocarditis considerando la inducción con terapia
antifúngica principalmente caspofungina o uconazol
en dosis altas (dentro de rango fármaco-terapéutico)
dependiendo del estado hemodinámico del paciente y
cirugía de reemplazo valvular, independientemente de si se
trata de una afección de válvula protésica o nativa, con un
nivel de recomendación fuerte y uno de evidencia bajo. En
el estudio publicado en 2001 en Clinical Infectious Diseases
“Fungal endocarditis: evidence in the world literature”, se
revisó la literatura respecto al reporte de casos analizando
270 ocurridos entre 1965 y 1995. Se evidenció que sólo
63% de los pacientes tuvieron reemplazo valvular, cuya
sobrevivencia fue más alta. Cabe destacar que no hubo
claridad en cuanto a la indicación de la cirugía, en 17% fue
por fracaso del tratamiento médico, en 33% por indicación
única, entre las que se enumeran la endocarditis per se, el
desarrollo de falla cardiaca, proceso embólico, inestabilidad
hemodinámica o sepsis persistente; en el 16% se llevó
a cabo la cirugía por causas múltiples: sepsis persistente,
falla cardiaca, sepsis y falla cardiaca, y sepsis y embolismo;
en 34% no hubo claridad respecto a la indicación del
procedimiento. Otros resultados de destacar fueron la falta
de claridad sobre la duración de la terapia antimicótica: sólo
54% recibieron tratamiento antes y después de la cirugía,
10% previo al procedimiento suspendiéndolo después de
realizado y a 36% de los pacientes se les inició la terapia
antibiótica posterior a la cirugía. A tres años de seguimiento
55% de los pacientes con esta modalidad de tratamiento
estaban vivos, en comparación con el grupo que recibió
manejo antifungico solo, donde la sobrevida fue de 36%.8
Por otro lado el estudio evidenció que la mortalidad no
depende sólo de la modalidad de tratamiento instaurado
sino de la especie aislada, encontrando que la sobrevivencia
fue mayor en quienes se aislaron cándidas y fue menor
en los casos de Aspergillus e Histoplasma también tiene
importancia la válvula comprometida, siendo mayor cuando
se trataba de la válvula mitral.
Otros estudios referenciados obedecen a reportes de series
de casos, con resultados similares a los expuestos.9
Hace poco la revista Circulation publicó “Long-Term
Clinical Outcome of Major Adverse Cardiac Events in
Survivors of Infective Endocarditis A Nationwide Population-
Based Study”, un estudio de cohorte transversal realizado
entre 2000 y 2009 con un total de 14.792 pacientes, que
tuvo por objeto evaluar la sobrevivencia en pacientes con
antecedente de endocarditis infecciosa, tomando como
puntos primarios el accidente cerebrovascular, el infarto
agudo del miocardio, el reingreso por falla cardiaca y la
muerte súbita; como puntos secundarios se evaluaron nuevo
episodio de endocarditis y mortalidad por todas las causas.
En este estudio el análisis multivariado evidenció que los
factores de mayor riesgo para reincidencia de endocarditis
infecciosa fueron: género masculino, antecedente de prótesis
mecánica y bioprótesis. Como punto de análisis se observó
en los 4.1 años de seguimiento un aumento en la recidiva
de endocarditis, accidente cerebrovascular, falla cardiaca y
muerte por todas las causas, sin evidenciar mayor riesgo de
eventos coronarios agudos, arritmias o muerte súbita.
La mortalidad posterior al año se mantuvo constante
incluso en quienes se practicó cambio valvular, encontrando
como mayor predictor la insuciencia cardiaca como
complicación de la endocarditis. Aunque el tratamiento
médico reduce la ocurrencia de eventos embólicos al
sistema nervioso central, al terminar el ciclo la tasa de
eventos se mantiene constante, siendo 1,6 veces mayor, en
los sobrevivientes de una endocarditis infecciosa, lo que se
explica por la dicultad en la erradicación completa de la
microvegetación. En este estudio se evidenció además que
el riesgo no solo está relacionado con eventos isquémicos,
pues los que sobreviven a una endocarditis infecciosa
tienen 2,37 veces más riesgo de eventos hemorrágicos en el
largo plazo.10
CONCLUSIONES
La recomendación actual respecto al manejo de la
endocarditis fúngica por las guías de práctica clínica de
la IDSA 2016, así como por el consenso de expertos de
la Sociedad Europea de Cardiología, es fuerte hacia el
manejo dual médico y quirúrgico dado la probabilidad
de mayor sobrevivencia. Hasta ahora la evidencia es baja,
teniendo en cuenta que las decisiones de práctica clínica